Por Nicolas Perez
El #ecoturismo toma distancia del turismo convencional ciertamente por incorporar en su función principios de la conservación y la generación de valor a partir de una práctica no extractiva del entorno, cuestión variable y que muta según el contexto.
En la alta montaña Colombiana, conformada básicamente por los ecosistemas de páramo, bosque alto andino y sistemas glaciares, se fija la mirada de muchos admiradores y visitantes, cuyo perfil va desde el montañista profesional hasta la familia menos aventurera. De hecho, muchos de estos ecosistemas son áreas protegidas donde se concentra una gran cantidad de esta actividad en crecimiento y desde hace varios años mediante el decreto 622 de 1977 se establece la posibilidad de ofrecer a los visitantes del sistema de parques recreación compatible con sus objetivos de conservación, considerando el ecoturismo una estrategia de gestión y manejo para la conservación en área protegida.
“En la práctica del ecoturismo existen diferencias sustanciales con respecto a los principios básicos de la conservación, que han puesto entre dicho su consistencia y legitimidad.”
En la práctica del ecoturismo existen diferencias sustanciales con respecto a los principios básicos de la conservación, que han puesto entre dicho su consistencia y legitimidad. Ejemplo de ello es el ecoturismo en el PNN los nevados, un área protegida cuyos volcanes nevados son el mayor atractivo turístico para los cuatro departamentos en los cuales tiene jurisdicción. Allí una de las mayores problemáticas es la superación de la capacidad de carga de los senderos, provocando a menudo pérdida de vegetación por ensanchamiento de los mismos.
Es preciso recordar que el ecoturismo es una actividad económica no extractiva, un agente multiplicador de servicios y bienes en el entorno donde se localiza, es decir generador de impactos sociales y ecosistémicos que exigen un ordenamiento y gestión integral del territorio. Por lo tanto, la autoridad ambiental encargada (PNNC) establece por cada área dos elementos esenciales para su desarrollo: su vocación para el ecoturismo y un plan de ordenamiento ecoturístico (POE). En cierta medida estos instrumentos han fijado una guía normativa que le da soporte y orden al ecoturismo, aunque sea insuficiente para las problemáticas que enfrentan las áreas protegidas en el país.
Primero, a diferencia de otros países latinoamericanos, la conservación en Colombia esta orientada a un cuidado de ciertos ecosistemas por su utilidad, su valor material y no el valor intrínseco que tienen los demás seres vivos no humanos. El triunfo de considerar sujeto de derechos un río (Atrato) en el pacífico Colombiano quizá signifique un avance en materia de derechos de la naturaleza en el país que aún son tímidos en el corazón de la conservación. Segundo, la desfinanciación del sector ambiental implica una deficiente capacidad de acción de las autoridades, sobre todo en campo, donde se realiza la vigilancia, control y educación que permita la consolidación del sistema de áreas protegidas en el país.
“Es común encontrar que un guarda parque sea el encargado de 60 mil hectáreas y sus armas para cumplir su misión sea un radio y un escudo.”
Entre tanto, es preciso mencionar la relación del ecoturismo y la conservación con el desarrollo, cuya orientación para Colombia para el periodo 2018 – 2022 con el presidente Iván Duque, auspicia el turismo como gran generador de riqueza, así como el impulso de la economía forestal, los negocios verdes y sostenibles. Por su puesto que esta postura dista mucho de reconocer en el entorno y los seres vivos no humanos un valor intrínseco y no utilitario, sino por el contrario avizora un panorama de desarrollo sostenible débil, es decir, donde existen sustitutos y creatividad desbordante para hacer de nuestra riqueza natural un campo de aprovechamiento eficiente, apoyado en gran medida en una confianza de la capacidad tecnológica para transformar y sustituir los bosques, agua y tierras usadas.
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